miércoles, 20 de enero de 2016

¿Qué se necesita para viajar, así de mochilazo?

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Simplemente estar fastidiados, exhaustos del mundo a nuesto alrededor. De tener que lidiar todos los días con la terrible agonía de la monotonía, de convivir con mentes y corazones cerrados. De estar nadando en caos. De soportar incesantes comentarios mecánicos. Relaciones improductivas, tóxicas. Falta de sustancia en la vida.

Entonces simplemente empacas en tu mochila lo indispensable para hacer del viaje, una odisea digna de recordarse, bitacorizar, compartir, platicar: Unos cuantos cambios de ropa, casa de campaña, antisépticos, jabón, shampú (y shampús para los piojos, por si las dudas, elemental), cuadernito de anotaciones con su respectiva plumita o plumitas para anotaciones, electrolitos. Y ya.

El dinero no es tan indispensable. En el camino encuentras muchos trabajos temporales, gente que te brinda de todo corazón hospedaje, comida, bebida, conversaciones agradables e interesantes, diferentes.
Compañía, cariño, atención. Y hasta a veces dinero en efectivo para apoyarte en tu travesía. De verdad.

Rumbo a Oaxaca.

Irse de aventón, caminando, uniéndote a otros viajeros en la travesía, es bonito, ¡Es hermoso, carajo! Ves que realmente el mundo es bello, ¡bellísimo! y sus seres, paisajes, sus días, sus noches, son el Mundo de Verdad. Y no lo que muestran en los fatídicos noticieros y diarios que sólo reportan Sangre, muerte, violencia, decandecia y desesperanza para vender. Aquí te das cuenta que el mundo es realmente inmenso. Que siempre hay personas buenas. Y sobre todo, que hay otras almas decidiendo realizar el viaje de sus vidas: El viaje de la vida. Decidiendose a vivir.

Muchos otros buscarán excusas para seguir en el lodazal: el trabajo, pendientes, estudios, compromisos, falta de dinero, falta de algún algo. Y todo esto no es más que miedo. Sí, miedo. Miedo a la desconexión con su mundo de constante desconexión y evación, de complascencia. Miedo a descubrir, a enfrentarse a lo desconocido, miedo a morir, y sobre todo: miedo a vivir, a ser felices, a atreverse a quitarse esas ataduras. De dejar de lascerarse. Miedo a sanar. Miedo a enamorarse por ahí, miedo a encontrarse con el alma gemela. Miedo a encontrarse con seres con los que estubieron en otras vidas. Miedo a ser felices. Miedo a estar en paz. Miedo a cambiar. Miedo al miedo.



(Vista en Bahía Principal, Puerto Escondido, Oaxaca)

Muchos dirán que eso de viajar es evasión, que es huir de los problemas, de los compromisos, del deber. Que no es querer confrontar. Pero esos muchos que se niegan a partir hacia rumbos más allá de sus cuadras, sus ciudades, sus planetoides enanos mentales, que rechazan la idea de viajar, es porque están conformes con su conformismo, con sus rutinas, con sus limitaciones, con sus celdas mentales. Son gente que tiene bien definido qué y quiénes son desde su óptica de autómatas que sólo ejecutan sus programas de supervivencia, el cuál consiste en distraerse y distraerse hasta que llegue la muerte: tele, relaciones tóxicas, cine, alcoholización, libros, pasar el rato.

Pero viajar realmente expande las miras, te pone en contacto con la Realidad de donde parten y vuelven las demás realidades. Significa encontrarse con otros seres humanos, distintos ecosistemas, estilos de vida, diferentes modismos, idiomas, formas de pensar y de sentir. Significa reflexionar. Darse cuenta de que existimos, ¡Que estamos vivos!


Atardecer. El cielo púrpura en Zipolite. Oaxaca.

Significa compartir momentos junto a otros seres que también, todos, sin excepción alguna, tienen sus dificultades, pero que también tienen sus modos de afrontar la vida. Significa hacer nuevos amigos, construir relaciones. Valorar quienes somos. Pensar sobre nuestras relaciones. Cambiar de parecer. Atreverse a cambiar, a desmitificar esa idea estúpida de que creemos saber quienes somos, de pensar "Así soy yo", de desenmascarar todos nuestros yoes, o utilizarlos todos. Significa desarrollar nuestros potenciales. Atreverse a Ser y a hacer cosas que jamás nos hubieramos imaginado hacer. Conocer Grandes Maestros. Presenciar Eventos. Dejar de privarnos de placeres sagrados que son nuestros derechos de nacimiento.
 
Significa crecer. Darse cuenta que no somos números, papeles, sino seres humanos, mortales. Mortales, pero que logran su inmortalidad a través de la búsqueda y el encuentro
de propósito, de Amor, de sanación, trascendencia. Con sed de contacto, de conexión, con otros seres, con nuestro propio ser, con Dios. 

Significa percatarse de que hay luz al final del túnel. Que es cuestión
de querer, atreverse a atravesarlo.

En fin...

En justas resumidas cuentas, sólo se necesita eso: fastidio. Deseos de largarse cuanto antes. Imposibilidad de soportar un día más en la celda del infierno personal que siempre permanece abierta. Luego, y no menos importante: tener metas. O como le llamo, tener misiones y "micro-misiones"

Aún más resumido, se necesita querer, en dos palabras: Paz interior.

Hasta otra. 
Axé
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